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El Danzarín del Bosque

Algunos animales se reúnen cada noche para contemplar al ciempiés en acción, habilidoso bailarín que domina muchas técnicas, dueño absoluto del arte de la danza dentro de los bosques primarios y secundarios. Danzaba marineras, salsa o reguetón, aunque sentía predilección por el rock de los machiguengas cuando rocanroleaba con pasión.                                                        

Era un espectáculo ver la sincronizada armonía con la que movía los pies cuando danzaba extasiado bajo la luz proporcionada por luciérnagas. Llegaban de todos lados, puntuales, haciendo ordenadas colas para presenciar su arte. De a pocos, su fama iría acrecentándose hasta escapar fuera de los bosques. Existía un animal que codiciaba ese talento, un batracio ruin y envidioso, de ojos saltones, conocido por sus bajas cualidades como soplón, hipócrita y chismoso. Una noche al culminar la actuación, el sapo decidió cuestionar al ciempiés y fue a su encuentro: puedes explicarme como haces para sincronizar tu pie # 35 con el #70 o también el #24 con # 48. Esa interrogante mal intencionada fue suficiente para que, a partir de ese momento, el ciempiés comience a dudar de sus movimientos y se hiciera una paja mental que le impediría seguir bailando. A pesar de los esfuerzos nunca más pudo danzar como antes y acabó perdiéndose en las dudas para finalmente abandonar la danza. El ciempiés contaba con un talento natural y al dudar de su habilidad, se bloqueó psicológicamente para nunca más volver a ser el mismo. Por eso siempre he dicho: me gustan todos los animalitos menos los sapos.

 Debes confiar en ti mismo para conquistar tus sueños. Se puede dudar por momentos de una innata habilidad, pero solo con trabajo y esfuerzo se lograrán las metas. ¡A bailar!